domingo, 31 de octubre de 2010

JAULA DE PALABRAS


Prevengámonos de las zanahorias

Francisco Tario



Contrario a mi naturaleza antisocial decidí acudir a más fiestas con mis compañeros de la facultad. El problema es que después de unas cuantas bebidas todos se ponen a bailar y yo no sé bailar, algunas veces lo intento pero generalmente mis instructoras se enfadan conmigo rápidamente. En busca de una fiesta sin baile terminé en casa de Á, éramos cuatro, Á, el anfitrión,un chavo de Yucatán, mi amigo César y yo. Estuvimos como tres horas solos y cuando fue llegando la gente me di cuenta de que una fiesta sin baile era una fiesta sin chavas, por lo tanto aburrida. Traté de pasar el rato, pero mi amigo el César se fue temprano porque tenía un partido de futbol al día siguiente.

Estuve un rato platicando con Cristian, me cae poca madre, en una fiesta anterior amanecimos crudos y nos pusimos a inventar finales de películas, inventábamos las películas más ridículas, absurdo tras absurdo, esperando que alguien nos creyera, y a todas las titulamos: "Adiós a Emiliano"; la primera acaba en que Emiliano (el dueño de aquella casa que en ese momento dormía) está en un bote pesquero en algún puerto inglés y nos dice adiós con la mano, nosotros, todos los que amanecimos crudos en aquella fiesta salimos a despedirnos de él con ligeros movimientos de la mano en un estado completo de sopor, luego un close up a su mirada y se abre la toma para ver a Emiliano que nos da la espalda acongojado pero con 17 % + valentía; los créditos aparecen mientras suena Joy división, sí, la gente la ovacionó de pie, salieron llorando de las salas, los hombres jóvenes buscaron mujeres hermosas para besarlas, hubo más suicidios que en navidad, etcétera. Muchas veces la gente no entiende mi sentido del humor y en ese momento todos se quedaron callados tratando de entenderme, excepto Cristian que dijo "Sí, escuché que ganó varios premios Todorovs", entonces empezamos a inventar más finales de las secuelas, sólo los finales, llegando hasta "Adiós a Emiliano XV", algunas eran westerns, o de kung fu, otra terminaba con Emiliano, que es muy delgado, jugando basquetbol uno a uno contra mr. T; Todas concluían invariablemente igual algún personaje absurdo sentenciaba la clásica frase: "Adiós, Emiliano". En ese momento todos los demás estaban francamente hartos de las cosas absurdas que inventábamos, a nosotros no nos importó y continuamos recordando las jornadas de estudio Emilianescas y de cómo nuestras películas, nuestras porque éramos los falsos pero famosos co-guionistas, habían cambiado la historia del cine.

Lamentablemente aquella noche Cristian sólo toco unas piezas de latinboleroyaz y también se fue temprano, yo me quedé en una fiesta con la mayoría de los rechazados a los que nadie quiere invitar a las otras fiestas. Quizá yo soy uno de ellos. Entonces traté de hacer plática con muchos compañeros que sólo conocía de vista, hablé de literatura, pregunté si alguno había leído al nuevo nobel, yo la verdad no tenía ni idea de quién era, en realidad tampoco me importaba pero me contestaron un:"Sí, y de casualidad traigo uno de sus libros", que me dio en la madre porque otro wey dijo: "pues vamos a leerlo en voz alta". Entonces: un grupo unos cinco o seis se formó en un pequeño círculo, yo me alejé lentamente, porque siempre he pensado que: como que leer y beber no se me da al mismo tiempo. Busqué con quién platicar y me encontré a un tipo en una esquina tomando café con tequila: lo mismo que yo.

Comencé a platicar con él y el tipo parecía agradable, sólo se veía un poco perturbado. Hablamos de la música de Bowie, de Nine Inch Nails, y de Nina Simone, gustos en los que coincidíamos. Me pareció agradable hasta que de la nada me hizo una pregunta medio extraña: "¿Haz oído de los vampiros aztecas?", traté de bromear y le dije que creía recordar una película del santo contra una momia azteca jajaja, o que sí era una banda de nopalmetal, jejeje, ¿no? Ya sé ¿unos hermanos luchadores? De por allá de Cuajimalpa, ¿no? Él sólo me miró y sonrió como si yo estuviera diciendo únicamente estupideces. [Tú, lector, posmoderno y con prisas, quizá piense lo mismo, pero de verdad voy hacía un lado con todo esto {o eso intento}]. Entonces lo ignoré, miré a mi alrededor y me di cuenta de que: 1 nunca llegó ninguna mujer, 2 la bolita de lectores ahora gritaban poemas que emulaban los sonidos del metro mientras aplasta a un indie-gente, [autoría de uno los mejores poetas jóvenes reggetoneros del momento]. Entonces entendí lo que debía hacer: Serví otro café pero cargadísimo de tequila, y luego otro igual, y luego tomé de la botella unos buenos tragos, todo en menos de unos parpadeos, agite a algunos de los lectores diciéndoles qué les pasa, hay que beber no leer, hay que beber no leer, hay que beber no leer, así una y otra vez, hasta que me aburrí le di otro buen trago al tequila y me fui a dormir en el piso de la cocina, como a la una, todavía alcanzando a gritar una frase que a todos apesadumbró funestamente: ¡Por esto no hay nalguitas en sus fiestas!

Desperté a las cinco y media y sólo quedábamos seis. "¿Por qué te dormiste? Te perdiste lo más chido, se acabó el tequila y nos tomamos una botella de rompope". Primero pensé que era broma, pero luego vi la botella vacía en el fregadero, qué pensarían las monjas de nosotros. Ustedes sí que son rudos, así, sin unas gelatinas, les dije. Todos estuvimos platicando un rato, me he dado cuenta de que crudo comienzo a decir muchísimas incoherencias [esto es un guiño hacía el lector: GUIÑO], y las demás personas comienzan a secundarme, la plática, a pesar de que traté de evitarlo, se dirigió lentamente hacia la creación literaria. "El talento es lo único que hace falta, Si no te entienden hoy en el futuro serás idolatrado" decía uno, "A la gente no le gusta mi poesía porque hablo de temas que les incomodan" dijo otro. Yo pensé en decirles que no, que estaban equivocados que las cosas no eran tan sencillas que era necesario estar en chinga escribiendo y escribiendo, que la literatura habla de cualquier tema y hay literatura buena que incomoda pero incomoda con calidad. Me preguntaron qué pensaba de esto. Nada, tienen razón en todo, les dije. Luego hablaron del lenguaje, de la materia prima. En mis intentos de escribir me preocupa principalmente una cosa, la relación entre realidad y escritura.

El escritor percibe la realidad a través de sus sentidos pero además utiliza otros conceptos que tiene como verdaderos; lo que percibe y lo abstracto puede nombrarse, escribirse. Sin embargo no es posible que abarque la realidad completamente. Hay cosas que son imposibles de conocerse, algunas aunque están en el plano de lo perceptible son imposibles de creer. El escritor sin embargo debe de utilizar las palabras para crear mundos cercanos al nuestro, si no verdaderos sí verosímiles, cercanos a una realidad común, convencional. Pero las palabras no son suficientes para retratar lo real, o poder expresar lo que uno siente o piensa, o tal vez es uno el que no logra comprender a las palabras, utilizarlas a plenitud. Me imagino a la realidad como un ave veloz, más veloz que nuestra vista, a la que creemos ver sin comprender que sólo vemos una parte de ella; la escritura es una jaula que se construye para atraparla, creemos que el ave está ahí pero entra y sale rápidamente, una y otra vez. Entonces la literatura se convierte en una jaula, bella, catártica y con muchas otras características especiales, pero una jaula de palabras únicamente. Palabras vacías y llenas de verdad a la vez. Cuando algún maestro me pide una definición de literatura siempre pienso en una jaula de palabras pero me quedo callado, porque no quiero que me roben la idea [¡eh! Sí te habló a ti, no veo a nadie más leyendo…]

"¿Qué pasó? ¿Qué estás pensando? ¿Tú qué crees qué es la literatura y ese desmadre?" cuando me di cuenta de que me hablaban a mí sólo se me ocurrió una manera de cambiar la conversación: "La literatura probablemente tenga que ver con pueblos antiguos e historias fantásticas, como ésta que me contabas ayer, la de los vampiros aztecas". Entonces el tipo que conocí ayer, que momentos antes estaba cabeceando de sueño, saltó de su asiento y comenzó a hablar de un clan de guerreros y sacerdotes aztecas, de la antropofagia, de cultos oscuros, de la perdida de documentos y vestigios, de los dioses desconocidos, de las extrañas posibilidades de que algo así fuera encubierto por el gobierno mexicano en su afán absurdo de no propagar más la imagen de los indios salvajes, porque qué iban a pensar los demás países civilizados [civilizados al estilo inglés, por supuesto]. Sobra decir que ninguno le creímos pero por lo menos la plática estuvo más ligera, o así me pareció aunque lo más probable es que a todos nos diera tanta tristeza alguien como él y lo dejáramos hablar hasta que se le terminara el aire; en una fiesta de perdedores siempre habrá alguien que se destaque.

Ya como a las siete de la mañana nos fuimos todos. Acompañé a Juan Vicente, el tipo de los vampiros, porque según no vivía lejos y dijo que me invitaba una cerveza para la cruda. De Santo domingo caminamos a Eje 10 para llegar al metro Copilco, y de ahí rumbo a Coyoacán. Creo que hubiera sido más fácil tomar un taxi pero caminamos rápido y no llegamos tan tarde pero sí algo cansados. Vivía en un departamento amplio y que se veía algo caro, por lo menos más caro de lo parecía poder pagar. Fue al refrigerador y me pasó una cerveza japonesa, vio mi cara de asombro y me dijo "Comparto depa con un japonés, el paga casi toda la renta, tuve suerte de encontrarlo". Le pregunté qué hacía su compañero en México, y el me contestó que era luchador y que estaba entrenando el estilo mexicano por una temporada.

En ese momento entró su compañero un japonés alto pero que no me pareció tan atlético, nos saludo diciendo "Ohayo" y se fue directo a la regadera. Lo extraño fue que comenzaron a escucharse maldiciones en español pero eran pronunciadas de una manera perfecta y sin ningún acento regional. "Diario practica, es parte de su personaje". Resulta que el japonés lucha en estados unidos en una liga indy de wrestling con el personaje enmascarado del "Senior Jalapenio"; lo hace para combinar los tres grandes estilos de lucha, el americano, el japonés y el mexicano. La última parte de su entrenamiento la realiza en México, ya no por superioridad técnica sino por el carácter folclórico que tiene en nuestro país. También por el lenguaje, ya sabía algo de español pero necesitaba darle credibilidad al personaje así que se dedica a escuchar el habla de los barrios y a leer a Armando Ramírez. Mientras se vestía en su recámara seguían escuchándose los "Chin-ga tu madle", "Za wuevo", "Ai cablón" y "Arriba el América", todos repetidos una y otra vez frente al espejo cómo si fuera un actor extremadamente metódico o un niño castigado.

El luchador salió a trabajar a un restaurante oriental y nosotros seguimos tomando cerveza. La realidad está llena de historias bizarras que son difíciles de contar porque las personas no las creerían, historias como éstas [porque todos los personajes en este cuento son verdaderos, tan reales como tú y como yo]. Juan Vicente puso un disco de los Tindersticks y luego me mostró a su perro disecado que había muerto en Veracruz, Juan Vicente era de ahí, y se lo habían enviado hasta acá por correo. Y yo que siempre creí que el servicio de correo era malo. El perro atigrado [perro-tigre, así es, como el de La obediencia nocturna] nos observaba atentamente de manera muy sospechosa [Guiño, guiño]. "En realidad lo que quiero enseñarte es esto [dijo mientras se daba un pipazo]: una figurilla del dios de los vampiros aztecas", en sus manos sostenía lo que parecía ser una zanahoria fosilizada. Traté de no reírme, de poner una cara sería ante mi amigo, pero creo que no pude porque él inmediatamente defendió la veracidad de su hallazgo. Habló de la interpretación y la sobreinterpretación de los códices y de la poca capacidad que teníamos los propios mexicanos de comprender a los pueblos antiguos, de extrañas posibilidades de que fueran culturas mucho más avanzadas de lo que creíamos en artes adivinatorias y nigrománticas, "… porque la alquimia no estaba del todo equivocada". Sencillamente estaba ensimismado en un discurso que iba y venía a través de lo científico y las falacias. Sus hipótesis eran tan absurdas que eran imposibles de creer:

Supuestamente una criatura extraterrestre había llegado a la tierra y otorgado conocimientos a unos cuantos sacerdotes aztecas a cambio de idolatría, estos convertidos en vampiros se volvieron en parias y huyeron antes de la conquista española, su dios se convirtió en zanahoria esperando el día propicio su retorno triunfal que traería ruina y perdición no sólo al pueblo mexicano sino a la humanidad en general [y también a los gringos]. Qué tristeza de nuestra juventud, qué tristeza de muchacho, sin embargo sus teorías se ponían peor: El gobierno mexicano está consciente de todos los eventos sobrenaturales en el país a través de una organización secreta, supuestamente surgida durante el imperio de Maximiliano, perpetuada después con el permiso del propio Juarez, y ellos son los encargados de que no salga a la luz estos fenómenos. Le pregunté cómo era posible que el gobierno pudiera esconder una organización así, "No es necesario esconderla, seguramente está a la vista de todos, piensa en cuantas instituciones y servicios son completamente incompetentes al realizar sus funciones, alguna debe de tener una doble ocupación encubierta". Entonces: ¿dices que: en algún lugar hay oficinas llenas de chamanes y magos especializados trabajando para el gobierno encargados de evitar todos los desastres paranormales por el bien de la patria y de su imagen frente al resto del mundo? "Sí, exacto, vaya, hasta que alguien me entiende".

Entonces decidí que debía irme y nunca más hablarle al pobre Juan Vicente, cuando me despedía tomé mi mochila rápidamente de la mesa y, no pude hacer nada para evitarlo [en serio], rompí su zanahoria/fosil/diosvampiroazteca. ¡Oh, no mames! discúlpame. Antes de que él me respondiera una nube purpura con aroma a copal llenó el cuarto y un extraño monstruo apareció ante nosotros. "Ja ja-ja ja-já, estúpidos humanos, por fin estoy libre de mi prisión fosilovegetal". El ser frente a nosotros era una combinación de toro, rana, pulpo y gato, con colmillos de vampiro, sentado llegaba hasta el techo y su figura era imponente y amenazadora. "Sus pequeños y pobres cerebros no podrán concebir el terror que vendrá a ahora, si me alaban aceptando que tengo muy buen estilo al vestir les otorgaré una muerte no muy humillante". La impresión nos hizo retroceder hasta la pared, entonces escuché al perro disecado hablarme: "Muchacho, cálmate y te ayudaré a salir de esto", Claro Señor perro, dígame que hacer, "Necesito que me arrojes directo a su boca, entonces lo destruiremos", ¿De veras podrá hacerlo? "Por supuesto, yo trabajo para el presidente de los estados unidos mexicanos".

Debido a esa ultima frase: tomé al perro [era un perro muy hermoso y muy bien conservado, seguro el taxidermista tiene unas manos pequeñas y delicadas, suaves y con la cutícula perfectamente simétrica, al estilo de la Britania, pues], y lo aventé con todas mis fuerzas hacía la deidad chupasangre. "jo jo, sus intentos vanos sólo me irritan, ahora es tiempo de que comience un horror indescriptible… ¡Oh, no!". Cuando el perro impactó un gran destello nos cegó momentáneamente, abrimos los ojos y el monstruo se había ido. Todo estaba fuera de lugar, el lujoso departamento en Coyoacán estaba hecho un desastre, libros y papeles japoneses en el piso, muebles tirados, electrodomésticos sobrecargados y en el aire flotaba aserrín y pelo de perro, además había pasado tanto tiempo que la cerveza ya estaba al tiempo. Donde estaba esa cosa, que en esos momentos sentía ya como sólo una alucinación, permanecía únicamente una zanahoria oscura, humeante, a su lado una bocina, que quizá venía dentro del perro. Lo que más me sorprendió, y fue la pequeña gota derramavasos ,fue que la bocina tenía el logotipo de un águila formado con líneas azules horizontales sobre un fondo blanco, el viejo logotipo del servicio postal mexicano.

Salí sin voltear a ver a Juan Vicente, aunque lo escuchaba repetirse a sí mismo de una manera demencial pero entendible debido a los sucesos inmediatos [cualquiera se volvería loco con una cerveza caliente]: "Tenía Razón, lo sabía, siempre tuve la razón. Tenía Razón, lo sabía, siempre tuve la razón. Tenía Razón, lo sabía, siempre tuve la razón". Al cerrar la puerta no supe con certeza si él reía o lloraba. Caminé como autómata una hora hasta mi casa, inmediatamente comencé a escribir esta crónica en un vano intento de aferrarme a mi cordura [aunque puede ser que haya perdido de nuevo].

2 comentarios:

Ulises Granados dijo...

jajajajajaja está chingón ese asunto.
Un saludo, mano. ¿Cómo se llama la chela japonesa?

j silva dijo...

se llama niputa idea [no lo había pensado hasta ahora que lo preguntas jejeje].

 
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