lunes, 11 de octubre de 2010

Recuerdo viejo

Este es el primer cuento que publiqué fue hace como cuatro años. Instantes, aún sigo deteniéndome todo el tiempo en pequeños momentos, no sé si por mis lecturas o por lento, je. Suplemento Expresso, periódico Correo de Guanajuato, Sábado 24 de junio de 2006, p. 46. (Creo que me estoy tardando en publicar en mejores lugares)..

EN UNA BANCA

En una banca del parque, entre el ruido de camiones urbanos y gente indiferente, Julio descansa. Espera ver a su amigo que vive en un callejón cercano. Lo espera porque necesita hablar, no importa si es escuchado, sólo siente la necesidad de hablar. Se siente ridículo porque ni siquiera busca una respuesta y llegado el momento a lo mejor ni se atreverá a decir nada. Hay un gato enfrente que acecha un pájaro, ninguno se mueve como en una fotografía. Su novia le ha dejado, no se sorprende porque ya lo veía venir, pero siente que debió hacer algo para evitarlo en vez de sólo ser indiferente. Sus padres por otro lado, bueno, sabe lo que siente hacía ellos y ellos hacía él. De la escuela lo peor. No le ha ido muy bien, se siente defraudador y defraudado. Los ojos verdes del gato se mantienen fijos en el ave. Está harto, enfadado, cansado, en especial eso. No quiere ni moverse ni pensarse. Definitivamente esto último, es que lo malo de estos tiempos ni quien se lo quite. Tiene tanta que desborda por todos lados la preocupación. Ojalá todo saliera de él, todo. Es la inmovilidad del felino la que sugiere un movimiento próximo, tensando su cuerpo para en un instante convertirse en saeta. Se arrepiente de ir a buscar a su amigo, probablemente aquél estará chifle y chifle de contento, sin nada de que preocuparse, no hay que aguarle el día. Qué hacer ahora, tampoco quiere regresar a su casa, ahí donde todo lo recuerda a un todo mayor, donde la vacuidad le muestra lo que podría haber sido. Igual que su vida, la memoria le hace ver lo vacío de su ser y los errores cometidos, el presente le duele al meditar lo que pudo haber sido, lo que ha desperdiciado. No, no pienses en eso, no pienses en nada, recordar duele, anhelar duele más. Los músculos del gato se contraen y se tensan, hasta que, decidido, brinca. Por fin, después de mucho sufrir, Julio lo logra: sacar todos los pensamientos de su ser. Ha encontrado ese lugar único, siente lo que un hombre en la cruz al dar el último suspiro, o como ese otro al ver el sol, aquel que bajó de la montaña para hablarles a los hombres después de diez años de vivir en una cueva, llegó al estado que alcanzó el príncipe asceta meditando debajo de un árbol. El gato sigue en el aire. Encontró eso que se busca en cada beso. Es el momento en que un joven cualquiera desencantado de la vida toma el revolver de su padre, se pone la pistola en la boca, dispara y logra una mejor vida, un nuevo comienzo porque las balas no se encontraban en el arma. De los cojines en las patas del gato salen las uñas lentamente mientras viaja en el aire. Julio de tener tantas cosas en la cabeza por fin ha logrado pensar en nada, salir de sí, ser la nada y en consecuencia ser uno con todo, ni malo ni bueno, ni joven ni viejo, solo él y todo en él. El pelaje del gato ondeando por el aire, los siente, cada pelo, la brisa, los siente. Ve a través de los ojos del gato y del ave al mismo tiempo. El pasto, las flores y los árboles, los siente crecer de manera inevitable. Las cosas ya no necesitan tener sentido o ser explicadas, las cosas solo son, no hay símbolos ni lenguajes que las expresen. El gato aún está en el aire. Julio ya no busca nada, ni ofrece, ni odia, ni ama durante este momento. Pensar en nada, qué bueno es pensar en nada. Pero la vida esta hecha de instantes, fugaces e inalcanzables, empiezan y acaban simultáneamente, incompresibles. El gato cae, el ave escapó volando. Julio sale de su letargo, y empieza a pensar en cómo solucionar todos sus problemas, no recordará nunca que por menos de un segundo se acercó a lo divino.

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